En mi anterior artículo (Liderar la Mente) reflexionaba acerca del diálogo interno que todos tenemos, y que a menudo nos frena a tomar las decisiones y acciones que realmente queremos llevar a cabo en nuestra vida. Estos “saboteadores” internos hacen un pulso continuo con nuestra versión más auténtica que tiene que ver con hacer realidad nuestro propósito personal más vocacional. En el libro Positive Intelligence, Shirzad Chamine, nos habla de 10 tipos de saboteadores, como veíamos en el anterior artículo. Vamos a ver a continuación cómo podríamos empezar a domesticar a nuestros saboteadores internos para que no nos impidan desarrollar nuestra mejor versión.

 

Como sabemos, es imposible desactivar o eliminar a nuestros saboteadores internos. Son parte de nuestra esencia e identidad. Pero podemos ajustar su actividad con el fin de que estos no lleguen a ser los que nos dirijan siempre en los momentos clave de nuestra vida, y sólo en la dirección que ellos desean.

 

Para ello, será bueno intentar las siguientes estrategias:

 

Identificar cuando mi saboteador entra en escena

 

Sólo el hecho de tomar consciencia de su presencia facilita el proceso de desautorización de su energía excesiva y reactiva. Avisándonos a nosotros mismos de su aparición (Ahora está hablando mi saboteador complaciente / controlador / víctima…”), es como “decirle”: “Ok, ya me dado cuenta de que estás aquí…

 

 

¡Yo no soy mi saboteador!

 

A veces nuestra voz crítica interna es tan fuerte que pensamos que realmente “somos” lo que el saboteador promueve, y me llego a creer que “soy” el controlador, o “soy” el complaciente, o “soy” la víctima. Nuestra esencia, nuestra identidad, es mucho más completa, sabia, y llena de recursos, que no una única manifestación reactiva que aparece en un momento crítico para nosotros.

 

 

La presencia del saboteador es útil sólo un instante

 

La labor que realiza el saboteador no es gratuita. Además, tiene un sentido en relación con las experiencias que se han vivido en el pasado y que se han anclado para intentar evitar daños o consecuencias negativas para el futuro. Pero quizás le hayamos dado más protagonismo del que realmente se merece, y quizás se lo haya “creído demasiado” y este sobreactuando. Es por ello que su presencia puede ser positiva al principio para tomar consciencia de algo que nos puede perjudicar, pero si perdura en el tiempo puede ser más dañina que el beneficio que podía ofrecer. De esta manera, la presencia constante de nuestro saboteador nos debilita.

 

 

No enfadarse con mi saboteador

 

Como su intención inicial, y su rol en el pasado, era positiva, es justo ser agradecidos con nuestro saboteador, y tratarlo con compasión y con respeto. De nada nos sirve enfadarnos aún más con nosotros mismos por su presencia, ya que esto puede incluso alimentar su parte más tóxica y vehemente.

 

 

Compartir lo que nos dice nuestro saboteador con otras personas

 

El diálogo con nuestro saboteador interno no tiene porque quedar en eso: un diálogo interno. A menudo es bueno compartir, con personas de plena confianza, esta lucha interna entre mi yo-auténtico y mi yo-saboteador. Haciéndolo, podemos verlo desde otra perspectiva distinta, y podemos llegar a desactivar alguno de sus mecanismos perversos gracias al trabajo en equipo. En momentos de mucho estrés vital el saboteador tiene más fuerza que mi yo-auténtico, ya que el miedo puede llegar a tener más fuerza y poder que el equilibrio o estabilidad.

 

 

Cubrir la necesidad básica del saboteador

 

Hay quien dice que a los “enemigos hay que dejarles siempre una salida”. Sin ser un enemigo (aunque a veces pueda parecer que actúe como tal), nuestro saboteador necesita tener cubierta su necesidad más profunda. A veces tiene que ver con asegurar la calidad, a veces con evitar conflictos, a veces con tener la aprobación de los demás… Se trata pues de pararle los pies cuando es muy “cansino”, pero sin actuar de forma temeraria y contraria a su intención-raíz. Hay que conseguir hacer lo que realmente deseamos, cubriendo esta necesidad mínima que quiere proteger nuestro saboteador. Así evitaremos efectos rebote al enfadarle aún más.

 

 

Evitar las situaciones que “dan de comer” a mi saboteador

 

A veces parece como si quisiéramos “hacerle el juego” al saboteador, poniéndoselo fácil. Se trata de no provocarle con situaciones, o entrando en “guerras” que son terreno abonado para su participación. La reactividad del entorno, o de comportamientos de otras personas, activan nuestra propia reactividad. Es por ello que a menudo es bueno no querer jugar según que partidos que, ni nos interesan realmente, ni alimentarán nuestra parte más auténtica.

 

 

Anticipar la “aparición estelar” de mi saboteador

 

Otras veces es imposible evitar situaciones en las que sabemos que nuestro saboteador estará en su salsa. En estos casos más vale prepararse bien porque asistiremos seguro a esta lucha interna donde el saboteador intentará desplegar todo su arsenal. Es más, cuanto más importante es el tema en cuestión para nosotros, más envalentonado y activo se mostrará. Cuando esto ocurre es un claro indicador de que algo es muy trascendente en nuestra vida, y por consiguiente es una buena oportunidad para trabajar la autogestión emocional. En estos casos es bueno empezar a visualizar su aparición, y preparar lo que podré hacer para gestionarlo.

 

 

Despistar a mi saboteador cuando se pone muy pesado

 

Existen varias técnicas concretas que nos pueden ayudar a mitigar la energía negativa del saboteador cuando este aparece. Todas ellas nos ayudarán a hacerle un “regate mental” para romper su círculo vicioso perverso, que es su hábitat natural, y en el que se siente más a gusto para enviar sus mensajes y, de esta manera, hacer lo posible para que nuestras acciones respondan a sus peticiones. Algunas de estas técnicas pueden ser:

  • Cambiar de postura física en la que estamos para cambiar nuestro foco de pensamiento.
  • Cambiar de actividad.
  • Hacer meditaciones sencillas para silenciar nuestra mente.
  • Visualizar el resultado que nuestro yo-auténtico quiere conseguir.
  • Hacer deporte que nos ayude a entrenar nuestra mente resiliente.
  • Relacionarnos con los demás para priorizar la conversación externa a la conversación interna.
  • Leer algo que nos interese mucho.
  • Tener alguna estructura o “ancla” que nos ayuden a gestionar al saboteador (como hacer un gesto, mirar una imagen seleccionada, etc.).
  • Evitar hacer comparaciones. Comparar suele ser más dañino (para nosotros y para los demás) que beneficioso.
  • Hablar bien de nosotros mismos, tratándonos con respeto y desde la compasión.
  • Aprender a relativizar, no cayendo en la trampa de posicionamientos Blanco-Negro.

 

Al final se trata de aprender a vivir con nuestro saboteador interno de la forma más sana y equilibrada posible.

 

Reconozcamos su buena intención original. Agradezcámosle sus servicios prestados. Pero actuemos con determinación para impedir que nos secuestre y nos impida conseguir y disfrutar de aquello que realmente nos importa.

 

Sabemos que esta ahí. Seguirá estando ahí el resto de nuestra vida. Por lo que, ya que vamos a seguir juntos y compartiendo la cabeza, vamos a hacer todo lo necesario por llevarnos de la mejor manera posible.

 

Infografía Cómo domesticar nuestros saboteadores internos

 

Enric Arola