Todo tiene un sentido. Todo nace de una intención inicial.
Las personas buscamos satisfacer nuestras necesidades usando los recursos que están en nuestras manos. Con suerte mostramos comportamientos creativos y constructivos que añaden valor de forma sostenible para nosotros mismos y para el entorno.
Otras veces, adoptamos comportamientos reactivos que también intentan cubrir nuestras necesidades a corto plazo, pero que generan (en nosotros y en el entorno), aún más problemas o necesidades en el medio o largo plazo.
Los primeros son una “apuesta segura e inocua”, mientras los segundos son “riesgos asumidos con efectos secundarios”.
Aunque a todas las personas nos gustaría estar siempre en “modo creativo” para “crear” valor en nuestro entorno, es muy habitual tirar de nuestras tendencias reactivas para poder “sobrevivir” a un entorno personal y profesional que nos reta continuamente.
Es muy tentador ser reactivo cuando el entorno empuja.
Pero siempre hay margen para, al menos, cuestionar algunos de nuestros comportamientos más reactivos, valorar su efectividad en el corto y en el largo plazo, y decidir tomar cartas en el asunto para aumentar nuestra productividad y nuestro nivel de satisfacción con lo que hacemos.
El primer paso consiste en identificar los comportamientos reactivos que, de forma recurrente solemos “usar” para poder gestionar nuestro día a día profesional.
Aquí van algunos:
- A menudo llego tarde a mis compromisos (reuniones, citas, formaciones, etc.).
- Tiendo a incumplir plazos de entrega (en proyectos, personas que esperan algo de mí, etc.).
- Algunas veces asisto a reuniones que no debería asistir.
- En ocasiones me dicen que mis comentarios, o actitud, son más negativos que positivos.
- Cuando lidero o coordino reuniones, no suelo respetar los tiempos (no abordando los temas previstos a tratar, acabando más tarde de lo planificado, etc.).
- En ocasiones pospongo reuniones o citas con otras personas para poder hacer los “deberes pendientes”, o para “apagar fuegos”.
- A menudo realizo actividades que no me correspondería aumir por mi rol profesional.
- Suelo trabajar más horas de las que me gustaría trabajar.
- Tengo tendencia a acabar el día sin cumplir con las tareas que me había marcado realizar.
- A menudo, en las reuniones no suelo expresar todo lo que pienso de forma abierta.
- Voy acumulando papeles, notas o asuntos que podría ordenar o gestionar en pocos minutos si lo hiciera en el momento.
- Tardo mucho tiempo en responder el correo electrónico que recibo.
- A veces difundo, o soy “cómplice”, de la rumorología o de las conversaciones “por la espalda”.
- Mi pila de libros a leer va aumentando…
Estos son algunos ejemplos de comportamientos reactivos que podemos generar en nuestro entorno profesional, aunque sea con la intención de cubrir una necesidad muy legítima.
Algunos de ellos apuntan a nuestra capacidad de ser asertivos/vas, otros tienen que ver con una forma de trabajar equilibrada y sostenible, y otros nos invitan a reflexionar acerca de nuestra apertura mental y adaptabilidad.
Te sugiero que chequees, uno a uno, si son parte de tu “repertorio”, y si la respuesta es afirmativa, te recomiendo hacerte estas 3 preguntas para cada uno de tus comportamientos reactivos.
-
¿Qué necesidad intento cubrir al llevar a cabo este comportamiento reactivo?
-
¿Cuál es el “coste” a medio/largo plazo que este comportamiento reactivo va a tener para mí y para los demás?
-
¿Qué otro comportamiento podría empezar a hacer para cubrir mi necesidad, sin que genere ningún “coste futuro”?
Una vez hecha esta reflexión, céntrate en uno de tus comportamientos reactivos y empieza a explorar el comportamiento que indicas en el punto número 3.
¡Algo bueno va a pasar!
Así como la reactividad llama a más reactividad, la creatividad invita a más creatividad.
Enric Arola