Durante las vacaciones pasadas fui a ver la película “Elvis” dirigida por Baz Luhrmann, e interpretada por Austin Butler y Tom Hanks, entre otros.
Se trata de una película no solo visual y musicalmente atractiva, sino que además nos hace reflexionar acerca del liderazgo personal y profesional a lo largo de la vida.
Sabiendo que se trata de hechos reales (en la mayoría de los casos) es imposible quedarse indiferente ante algunas experiencias de la vida del artista.
En mi caso, y después de “digerir” un poco la película, me hizo pensar en las necesidades de liderazgo de una estrella de la música como Elvis.
Elvis no solo era una estrella. Elvis tenía estrella. La estrella de liderar una vida que marcó un antes y un después en su entorno local próximo, y también en un entorno global.
Como cualquier ser humano, Elvis hizo grandes cosas que le llevaron a ser una persona de gran éxito (cuyo gran impacto sigue siendo muy alto en la actualidad); y también cometió errores, algunos de los cuales le costaron muy caro.
En cualquier caso, su vida está repleta de ejemplos de un proceso de desarrollo de liderazgo personal y profesional en continua evolución.
En algún aspecto, su liderazgo fue sólido, e hizo que se convirtiera en un role model a seguir para muchas personas. En otros aspectos mostró, desde la vulnerabilidad, sus carencias o necesidades más profundas que le hicieron sufrir a él, e hicieron sufrir a los demás. Algo, sea dicho de paso, muy habitual en la vida de personajes con gran fama.
De hecho, el desarrollo personal es de por sí algo retador, como para, encima, añadirle la gestión de la presión de ser un personaje público, con todo lo que esto representa.
Una persona que se convierte en “estrella”, en cualquier campo (música, deporte, arte, ciencia, etc.) necesita equilibrar de forma magistral su mundo personal con su mundo profesional. Para ello, su liderazgo interior es clave para poder desplegar un liderazgo exterior y, de esta manera, realizar una contribución (individual y colectiva) que impacte de forma resonante en el entorno.
Las 5 puntas de la estrella del liderazgo
Para poder vivir una vida plena y satisfactoria hay que aprender a “vivirla”. Y esto pasa por saber enfocarse bien en la “esencia personal”, e integrarla con el “mundo exterior” de forma equilibrada y sostenible.
En este sentido las siguientes 5 intenciones, o voluntades, serán determinantes para poder desarrollar un liderazgo personal y profesional que nos lleve al éxito (sea este el que sea para cada persona).
Ser fiel al Sueño Personal
Todas las personas tenemos deseos y expectativas de futuro. A veces, la vida nos empuja a soñar “discretamente” o en versión “de mínimos”, cuando lo que realmente nos gustaría es darnos el permiso de soñar “a lo grande”. Es más, hay sueños que siguen estando allí, a pesar de que pasen los años, y a pesar de que nos intentemos convencer de que en esta vida no será posible llevarlos a cabo. Y la parte más triste de la historia es, precisamente, llegárselo a creer. Sólo soñando y pensando en GRANDE podemos aumentar la satisfacción personal y profesional a medio y a largo plazo.
Autenticidad Valiente
Pero no solo de soñar se vive. Tenemos que mantener el sueño; cultivarlo, mimarlo y, sobre todo, ser fieles al mismo para no dejar que se marchite. Para ello será fundamental explorar la máxima versión de uno mismo, lo cual pasa por entender la propia esencia del liderazgo personal, y comprometerse a ser coherente, consistente, e íntegro con lo que pienso, digo y acabo haciendo. Este es uno de los aprendizajes más importantes que tenemos que asumir en nuestra vida, y, hacerlo de forma continuada y sostenible. Pero si existe la intención, la valentía y la vulnerabilidad para integrarlo como compañero de viaje, el crecimiento va a ser evidente.
Emocionar con Sentido
Una vez conectemos con el sueño, y nos demos “pleno permiso” para desplegar nuestra expresividad desde la autenticidad, es el momento de conectar con el mundo para compartir e interactuar con los demás. Ahí es donde entra la capacidad de influir, y la de ser receptivos también para ser influidos por otras personas. Y para influir hay que emocionar. Porqué la emoción provoca acción que es la base de todo liderazgo. Pero no emocionamos a los demás con nuestros actos, ni nos emocionamos por las acciones de otras personas, de forma gratuita y “porqué sí”. Emocionamos con “sentido”. Emocionamos para un bien mayor a beneficio mutuo y a beneficio de los demás.
Disfrutar de forma Sostenible
Soñar a lo grande, ser valientes para ser auténticos, y emocionar con sentido no haría brillar nuestra estrella de liderazgo si no lo hacemos de forma responsable con nuestras necesidades físicas, sociales y emocionales del presente, así como del futuro. Nuestra estrella tiene que brillar siempre, no tiene sentido que brille mucho ahora si luego ya no nos queda suficiente luz para más adelante. Vivir una vida plena personal y profesional en la actualidad no tiene por qué ser incompatible con asegurar una vida plena también en el futuro. No vale la pena “quemarnos”, que es lo que, desgraciadamente, pasa con frecuencia a las personas famosas que han tenido una vida llena de experiencias y círculos mucho más intensos y complejos que las personas de “a pie”.
Mejorar la Vida de los Demás
Para completar nuestra estrella de liderazgo necesitamos trascender nuestra propia existencia a la existencia de los demás. Es preciso integrar profundamente (saberlo y sentirlo) que vivir tiene que ver conmigo mismo, pero también con la vida formada por millones de personas, millones de lugares y un sinfín de momentos vividos. Soñar, ser auténticos, emocionar, y disfrutar de forma sostenible, deben ser acciones al servicio de algo más grande que nosotros mismo. Debe ser algo al servicio de todos. Al servicio de la VIDA.
Cuando las personas le ponemos foco a estas 5 intenciones o voluntades, nuestra estrella del liderazgo resplandece de forma brillante y pura, lo que permite esparcir su luz para que otras estrellas hagan lo propio en sus respectivos universos.
Enric Arola