La mejor aliada y, a veces, nuestra mayor enemiga. Este es el papel que juega nuestra mente durante nuestro proceso vital. A menudo, cuando no conseguimos lo que nos proponemos, solemos pensar que es debido a que algo del entorno exterior no ha salido como deseábamos y, por consiguiente, nos ha impedido que el objetivo se materializara. Esto, por descontado, ocurre. Pero también ocurre, y mucho, que no conseguimos más por, dejando el entorno aparte, no saber liderar nuestra mente.

 

Shirzad Chamine, en su libro Positive Intelligence, nos señala lo que nos impide desarrollar nuestro verdadero potencial. Y esto tiene que ver con saber gestionar nuestro “diálogo mental interno” que, paradójicamente, nos quiere ayudar a vivir teniéndolo todo bajo control, pero, al mismo tiempo, nos pone obstáculos para que realmente podamos cumplir con los deseos que nos dicta nuestra parte más auténtica.

 

A esta “voz interna” que a veces nos frena para conseguir aquello que deseamos, en coaching la denominamos “saboteadores” y, aunque hay que entender (e incluso agradecer) su labor protectora, también hay que saber “domesticar” de forma oportuna para que, de tan protectora, no nos impida jugar los partidos importantes de nuestra vida.

 

Chamine, identifica diez saboteadores que suelen estar muy presentes en la vida de las personas. Alguno de ellos está más activo que otros en función del histórico y de la sensibilidad de cada individuo.

 

Juez/a

Todas las personas tenemos un juez en nuestra cabeza que va haciendo juicios sobre nosotras mismas, sobre los demás, o sobre las circunstancias que nos toca vivir. Critica lo que no funciona bien y busca culpables (aunque seamos nosotros mismos) para dar una explicación del porqué pasan (o no pasan) las cosas. El problema es que más que buscar soluciones, se está cayendo en el error de ser, también, “parte del problema”.

 

Evitador/a

Este saboteador encuentra la manera para convencernos de que evitando algunas situaciones nos va a ir mejor, y vamos a estar más tranquilos. Situaciones incómodas, como los conflictos, o las conversaciones pendientes, serán pues aplazadas para vivir de forma más armoniosa. Aunque, en palabras de Patrick Lencioni, se trata de un “armonía artificial” que impedirá establecer las bases de confianza necesarias para construir relaciones entre las personas.

 

Controlador/a

Aquí la creencia que nos limita es la de pensar que cuando todo está bajo control vamos a minimizar el riesgo y, por lo tanto, vamos a poder conseguir los objetivos marcados. El problema es que en un entorno VUCA (volátil incierto, complejo y ambiguo), como el actual, es imposible controlar. Imposible. Al contrario: para poder gestionarlo con éxito, debemos aprender a “descontrolarnos” en su justa medida para simplificar procesos y aumentar nuestra creatividad.

 

Hiper-realizador/a

Este saboteador nos bombardea constantemente con mensajes de que somos lo que conseguimos. El “hacer” por encima del “ser” para poder llegar a ser felices. La droga de este “crítico interno”, que habita en ocasiones nuestra cabeza, llega al punto de hacer que nunca nos satisfaga lo que conseguimos. Nunca es suficiente. Ni celebramos ni sabemos digerir los éxitos. Sólo vemos lo que falta por conseguir.

 

Hiper-racional

Nuestra mente puede llegar a leer el mundo de una forma tan cartesiana y lógica para poder interpretar los acontecimientos, y las situaciones de nuestro entorno, que podemos llegar a desconectar del resto del mundo. La cabeza no puede tener siempre al corazón supeditado, y apartado, durante los procesos de decisión. De hecho, es el corazón el que normalmente toma las decisiones más importantes de nuestra vida, aunque a veces la cabeza, más que ayudar, se lo pone muy difícil. Cuando la dosis de lógica es la adecuada, el tándem entre el corazón y la razón puede llegar a ser mágico.

 

Hiper-vigilante

Algunas personas están constantemente al acecho por lo que pueda ocurrir. En este caso, nuestra “voz internanos mantiene alertas por las situaciones de peligro que pueden estar justo en la próxima esquina o cruce de nuestra vida. Es por este motivo que el saboteador nos invita a mantener un “perfil bajo” para no salir trasquilado de los acontecimientos. Una vez más, la vida es más grande y poderosa que la individualidad, y difícilmente podremos llegar a estar pendientes y preparados por lo que está por venir. Es más, si “hiper-vigilamos” llegaremos a ver fantasmas donde no los hay.

 

Complaciente

Quizás de pequeñitos y pequeñitas aprendimos a hacer aquello que los demás nos pedían para que, de esta manera, nos quisieran, respetaran o reconocieran. En esos momentos nuestro patrón reactivo aprendió a querer gustar y complacer a los demás, para sentirnos integrados y queridos en nuestras respectivas “tribus”. Paradójicamente, las personas nos sentimos atraídas por las personas auténticas y honestas, y no por personas “falsas” que no sabemos “como leer”. Es decir, a veces, a los que queremos gustar, no gustamos, sino al contrario.

 

Inquieto/a

Este saboteador nos empuja a que hagamos aquello que realmente puede darnos mayor felicidad y nos pueda satisfacer más. Por este motivo, siempre se cuestiona si estamos aprovechando bien el tiempo y nuestra energía en la situación y actividad actual. Esto causa un nivel de “actividad ansiosa” que nos impide disfrutar del “aquí y el ahora”, ya que el minutero de arena nos hace sufrir por los granitos que van quedando por caer.

 

Riguroso/a

Aquí el saboteador viene de un patrón también reactivo, por el cuál hemos asumido que seremos valorados por la calidad de nuestras contribuciones. Por este motivo, nos centramos en todos los detalles posibles para que la calidad final sea la que (pensamos) el mundo nos pide. La realidad es que a menudo las personas de nuestro entorno ni nos solicitan, ni aprecian, el nivel de calidad y rigurosidad que brindamos. Al contrario, nos aleja de los demás, a la vez que nos hace desperdiciar energía y mucho, mucho, mucho tiempo.

 

Víctima

Se trata del saboteador “llorón” que nos recuerda que somos unos desgraciados y desafortunados por el hecho de vivir situaciones que otras personas no viven. Es una voz interna que nos invita a “dar pena” para de esta manera tener la atención, así como el cuidado, de los demás. Si mostrarse vulnerable es un activo que construye relaciones, el victimismo llega a ser un recurso reactivo que destruye la conexión con los demás, ya que empieza por minar la confianza con uno mismo.

 

Estos saboteadores cumplen su función. No hay duda. El problema es que casi siempre, sobreactúan; y su función se les va de las manos, hasta el punto de que llegan a “pasarse de rosca”, con los consiguientes daños colaterales en nuestra maquinaria neurológica. Y, esto, obviamente, afecta a como nos relacionamos con el mundo.

 

 

Infografía los 10 saboteadores

 

En el próximo artículo vamos a ver como domesticar nuestros saboteadores internos. Hasta entonces, te animo a que reflexiones acerca de tus saboteadores “favoritos”.

 

Enric Arola