No hay duda de que para ser efectivos en nuestro liderazgo personal y profesional necesitamos pasárnoslo bien haciendo lo que hacemos. Cuando esto ocurre es más fácil dedicar energía, cuerpo y alma a seguir mejorando para llegar a realizar una gran contribución de valor. Y para que esto suceda, no hay mejor receta que reconectar continuamente con nuestro liderazgo interior más auténtico.
Pero ¿Qué es el liderazgo auténtico? Liderar desde la autenticidad significa actuar desde la “esencia del ser”; es decir, tener la mentalidad, así como la capacidad, de expresarnos y comportarnos de la manera más profunda que deseamos para sentirnos plenamente realizados.
Se trata de “fluir” al llevar a cabo las acciones que nuestro entorno nos requiere, sin censuras, pero tampoco sin crear impactos no deseados. Y esto que debería ser un proceso natural al que, cual niños y niñas, llegamos simplemente por el mero hecho de seguir nuestros impulsos más naturales, se convierte en todo un reto en nuestra vida adulta.
Porque este estado vital de autenticidad lo vamos “descafeinando” poco a poco, a menudo por miedo, por la necesidad de controlar, o para protegernos, o por la necesidad de no tener problemas con las personas con las que compartimos nuestra vida en los distintos círculos o sistemas a los que pertenecemos.
Y por ello llegamos a creernos que hay que ser menos auténticos y auténticas para vivir más tranquilos. Pero la verdad es que es difícil vivir una vida plena sin estar comprometidos con la propia autenticidad.
Lo bueno de alejarse de ella es que se genera un desajuste en la vida de la persona que provoca una crisis. A veces esta puede ser leve, mientras otras veces puede ser de más calado. De hecho, cuando no estamos satisfechos en alguna área de la vida, es un buen motivo para preguntarnos hasta que punto estamos siendo auténticos en esa particular faceta.
Porque nuestra autenticidad nos conecta a la vida, llegando a ser nuestro salvoconducto para sentirnos realizados. Cuando nos damos el pleno permiso para ser más auténticos estamos haciendo toda una declaración de intenciones por la cual manifestamos nuestra confianza con nuestra naturaleza como canal para conectar de forma integral y alineada con la naturaleza del mundo.
¿Y si realmente es tan determinante nuestra autenticidad para mejorar nuestro desempeño y satisfacción, cómo hacerlo para reconectar con ella?
La autenticidad necesita conectar con un propósito. Es mucho más sencillo expandir la propia autenticidad cuando existe un sueño a perseguir. Este es el motor que nos da licencia para “soltarnos” a ser quien queremos ser.
La autenticidad necesita seguir su “tempo”. Presionarnos en exceso para llegar a conseguir lo que nos proponemos puede alejarnos de la autenticidad si, haciéndolo, no estamos considerando todas nuestras necesidades más profundas. Cuando estamos dedicándole mucha energía a un fin, hasta el punto de notar mucho desgaste físico o emocional, estamos menoscabando nuestra autenticidad.
La autenticidad necesita encontrar su espacio. Existen muchos entornos vitales en los que podemos llegar a desplegar nuestra autenticidad, mientras otros nos lo ponen mucho más difícil para que nos podamos expresar de forma natural. Forzar para ajustarse a aquellos sitios en los que no nos sentimos que “fluimos”, no sólo nos resta autenticidad en aquel espacio, sino que nos resta autoconfianza para estar cómodos en otros entornos mucho más propicios.
La autenticidad necesita de la vulnerabilidad. Ser auténtico tiene que ver con mostrar tanto “la cara A”, como la “cara B” de la personalidad; las cualidades percibidas por los demás, así como aquello que puede no ser tan positivo a ojos del resto.
La autenticidad necesita autonomía. Ser auténtico es, en primer lugar, un compromiso real y profundo con uno mismo; sin tener la necesidad imperiosa de gustar y complacer a los demás. La gran paradoja se da cuando el mismo individuo disminuye su autenticidad personal con la creencia de que conseguirá conectar con los demás, cuando, en realidad, se alejan al ver y sentir que la persona no es “real”.
La autenticidad necesita explorar para manifestarse. A veces no es tan fácil conocerse realmente a uno mismo, entendiendo lo que le mueve, e identificando cuál es su contribución más natural. Experimentar nuevas situaciones y vivencias desde la curiosidad es una buena manera para poder conocer el yo más auténtico.
La autenticidad necesita saber vivir la soledad, así como la compañía. Por muy sociales que seamos los seres humanos, necesitamos de nuestro espacio para la introspección personal para así conocernos mejor. Pasar momentos con nosotros mismos, con la reflexión y la consciencia plena, nos ayuda a comprendernos mejor. Y cuando esto ocurre, estaremos más preparados para que las demás personas nos hagan de espejo para entender también nuestro impacto en las relaciones.
La autenticidad necesita de la compasión. Llegaremos a ser plenamente auténticos en la medida en que nos guste lo que veamos en nosotros mismos, llegando a estar en paz con la forma en la que nos comportamos. Siempre habrá momentos de reactividad con los que no nos sintamos a gusto, pero incluso llegar a comprender e integrar estos episodios nos permitirá seguir creciendo como personas que buscan su versión más auténtica.
Porque ¿Qué es el desarrollo personal y profesional, sino el proceso para reconectar con el liderazgo más auténtico?
Enric Arola